La crioterapia completa —la exposición del cuerpo a temperaturas extremas por debajo de los -100 °C— ha cruzado las fronteras del alto rendimiento para instalarse también en el mundo de la estética.
Sin embargo, su creciente popularidad contrasta con una preocupante falta de evidencia científica que respalde muchos de sus supuestos beneficios.
Todo comenzó como una técnica terapéutica para deportistas de élite, utilizada tradicionalmente en forma de baños de hielo para reducir la inflamación y acelerar la recuperación. El paso hacia cámaras criogénicas de gas ha sido impulsado por su atractivo estético y el respaldo de celebridades y figuras públicas.
Pero, ¿qué dice la ciencia?
Expertos como Jaume Morral, fisioterapeuta del Col·legi de Fisioterapeutes de Catalunya, advierten que no hay evidencia concluyente sobre sus efectos rejuvenecedores o su eficacia en el tratamiento de lesiones.
De hecho, un reciente estudio publicado en la revista La vida real desaconseja el uso rutinario de la crioterapia en deportistas.
Además, se han reportado casos graves relacionados con esta técnica.
Desde fugas de nitrógeno en centros de belleza hasta fallecimientos y hospitalizaciones por uso inadecuado del equipo.
El auge de la crioterapia en centros no médicos y su promoción en redes sociales plantea una reflexión: ¿se está normalizando una práctica que, lejos de garantizar beneficios, puede entrañar riesgos serios?
Conclusión:
La crioterapia debe ser entendida y utilizada con criterios médicos, no como una moda estética.
La salud no debería exponerse a -160 °C sin garantías.