La tecnología de impresión 3D ha salido de los laboratorios y aterrizado en los supermercados.
Productos como el beicon vegetal o el foie gras elaborado a partir de bases vegetales o de hongos están comenzando a comercializarse gracias a la bioimpresión, una técnica que permite replicar la estructura, textura y aspecto de los alimentos tradicionales.
Empresas como Cocuus, en Navarra, lideran este cambio aplicando escáneres TAC y algoritmos para imprimir lonchas, chuletas o incluso filetes.
Aunque el etiquetado no obliga a especificar el proceso de fabricación, sí deben indicarse los ingredientes, lo que genera debate entre los consumidores.
Esta innovación abre la puerta a una alimentación más sostenible, con menor impacto animal y menor huella ambiental.
Sin embargo, expertos y nutricionistas advierten que el hecho de estar hecho con vegetales no garantiza automáticamente que sea más saludable.
La bioimpresión en alimentos plantea interrogantes sobre regulación, percepción del consumidor y transparencia.
Lo que está claro es que ha llegado para quedarse, con implicaciones que apenas estamos empezando a comprender.