El deporte de alto rendimiento es una fuente de salud, superación y disciplina. Pero también puede convertirse en un entorno de presión silenciosa que afecta profundamente a la salud mental de los atletas. Un reciente estudio liderado por investigadores del Hospital de Bellvitge revela que uno de cada cinco deportistas profesionales sufre alteraciones en la conducta alimentaria (TCA), y en algunas disciplinas, la prevalencia puede superar el 30%.
Más allá del físico: cuando el cuerpo se convierte en exigencia
En deportes donde la imagen corporal, el peso o la estética están directamente relacionados con el rendimiento (como la gimnasia, el atletismo o el ballet), los atletas —especialmente mujeres jóvenes— están expuestos a un entorno que favorece la aparición de trastornos como anorexia, bulimia, atracones o patrones de alimentación restrictivos.
Los investigadores alertan de que esta presión no solo se limita a la etapa de competición, sino que puede extenderse tras la retirada, afectando el bienestar emocional de forma prolongada.
La cara oculta de la perfección deportiva
El estudio, publicado en el Journal of Eating Disorders, muestra que las mujeres deportistas tienen niveles más altos de ansiedad, insatisfacción corporal e ideación suicida que los hombres. Esto no es solo un dato preocupante, sino un llamado urgente a revisar los modelos de entrenamiento, el tipo de presión que se transmite desde los clubes y las exigencias que se vinculan al rendimiento físico.
“El deporte debe proteger la salud mental, no presionar la apariencia”, afirman desde Bellvitge.
Entrenar con conciencia: la prevención empieza en el entorno
Como entrenador personal en Sarrià (Barcelona), veo cada vez más la importancia de trabajar desde la empatía, el respeto corporal y la personalización. Los entrenamientos no deben centrarse únicamente en el resultado estético o la exigencia física, sino en generar una relación sana con el cuerpo, basada en la fuerza, la salud y el bienestar integral.
Además, el entrenamiento consciente puede actuar como herramienta preventiva frente a la aparición de TCA, especialmente cuando se acompaña de un entorno de apoyo emocional, escucha activa y hábitos saludables.
El rol de los entrenadores, clubes y familias
La prevención no se limita a la consulta médica. Empieza en el entorno cotidiano: el lenguaje que se utiliza, los objetivos que se marcan y la forma en que se celebra el progreso. Desde los clubes hasta los entrenadores y las familias, todos podemos contribuir a reducir la presión que sienten los deportistas.
Invertir en estrategias preventivas no solo mejora el rendimiento a largo plazo, sino que protege lo más importante: la salud física y emocional de quienes entrenan con esfuerzo cada día.