Un nuevo estudio internacional revela que practicar ejercicio físico tras superar un cáncer reduce significativamente el riesgo de recaídas y la mortalidad.
Los beneficios son equiparables a los de los tratamientos farmacológicos habituales en oncología.
Ejercicio: parte del tratamiento oncológico
La práctica de actividad física tras haber superado un cáncer colorrectal reduce en un 28% la probabilidad de recaída y en un 37% la mortalidad, según una investigación liderada por la Universidad de Alberta (Canadá) y presentada en el congreso de la Sociedad Americana de Oncología Clínica.
El beneficio de moverse de forma regular es equivalente al de los medicamentos aprobados para evitar recidivas.
Por eso, oncólogos como Elena Eléz, del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO), defienden que el ejercicio debe ser considerado como parte integral del tratamiento oncológico.
Efectos positivos incluso con ejercicio moderado
Lo más relevante es que no se requiere alta intensidad.
Tres o cuatro sesiones de 30 minutos a la semana, que pueden incluir caminar, nadar, andar en bici o practicar yoga, ya son suficientes para obtener beneficios en la salud de los pacientes oncológicos.
“Los datos son firmes: cuanto antes se introduzca el ejercicio tras el diagnóstico y tratamiento, mejor”, asegura Kerry Courneya, primer autor del estudio.
Conclusión final
Cada vez más evidencias científicas refuerzan el papel del ejercicio como una herramienta terapéutica fundamental en pacientes oncológicos.
Su impacto positivo no solo mejora la calidad de vida, sino que prolonga la supervivencia de quienes han superado enfermedades como el cáncer de mama, colon o próstata.