Pantallas, infancia y salud mental: ¿estamos criando una generación sin descanso?

Bienestar infantil

Cada vez más estudios y profesionales de la salud advierten sobre un fenómeno silencioso, pero profundamente preocupante: el uso excesivo de pantallas en la infancia y la adolescencia está afectando no solo el desarrollo cognitivo y social, sino también la salud mental, el descanso y la regulación emocional.

El neurofisiólogo Javier Albares, especialista en trastornos del sueño, lanza una alerta clara: «El uso excesivo de pantallas puede llevar a diagnósticos erróneos de TDAH» y está alterando la forma en que niños y adolescentes se relacionan con el descanso, el juego y el entorno real.

¿Un TDAH real o un estilo de vida incompatible con el equilibrio?

El problema no es solo la cantidad de horas frente a la pantalla. Es lo que se deja de hacer por estar conectado: moverse, jugar, dormir, leer, aburrirse y, en definitiva, desarrollar una mente equilibrada. La infancia solo se vive una vez, y cuando se sustituye el tiempo activo y real por estímulos digitales continuos, el impacto es profundo.

Según Albares, muchos síntomas que se atribuyen al TDAH —hiperactividad, falta de atención, impulsividad— pueden ser en realidad consecuencias del abuso de dispositivos, especialmente cuando el sueño está alterado.

El sueño, el gran olvidado (y el más necesario)

“El sueño es nuestro psicólogo, nuestro gran cuidador de la salud mental”, afirma Albares. Sin embargo, cada vez es más frecuente ver a niños, adolescentes e incluso adultos que llegan al final del día mentalmente agotados, pero sin haber descansado de verdad.

La exposición prolongada a pantallas, especialmente antes de dormir, altera los ritmos circadianos y deteriora la calidad del sueño, generando un bucle de irritabilidad, cansancio, falta de concentración y dependencia de estímulos constantes.

El papel de las familias y el entorno activo

Una de las claves para revertir esta situación está en el entorno. Predicar con el ejemplo, limitar el acceso a pantallas antes de los 16 años —como recomienda Albares— y fomentar actividades que desarrollen el cuerpo y la mente: ejercicio físico, lectura, juego, naturaleza y movimiento.

Movimiento y descanso: la base del bienestar infantil

El equilibrio físico y emocional no se alcanza solo con apagar las pantallas. Se construye desde la infancia con rutinas que integren el movimiento, el juego, el descanso y una relación sana con la tecnología.

Combatir esta “generación zombi” —como la llama Albares— no se logra con prohibiciones estrictas, sino con una propuesta más potente: volver a lo esencial. Dormir mejor, moverse más, desconectar del ruido digital y reconectar con la vida real.

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